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Lista de Ilustraciones sobre las Ofrendas:
"Cuando vas al Doctor para tu chequeo anual, muchas veces empieza a picar y presionar en varios lugar, mientras que pregunta, ‘¿Esto duele? ¿Qué tal aquí?’ Si gritas en dolor, una de dos cosas han sucedido: El Doctor ha presionado demasiado fuerte, sin la correcta sensibilidad; o, lo más probable es que hay algún problema. Entonces el Doctor dirá: ‘Debemos hacer más pruebas. ¡No debe de doler allí!’ Así es cuando pastores predican sobre la responsabilidad financiera y ciertos miembros empiezan a criticar. El pastor ha presionado demasiado o quizá hay un problema allí. En ese caso, yo digo: ‘¡Amigo, necesitamos del Gran Médico, porque no debe de doler allí!" Ben Rogers
Había una Iglesia vieja que necesitaba una remodelación, entonces, durante el servicio, el pastor hizo una apasionada propuesta mirando directamente al hombre más rico del pueblo. Al final del servicio, el hombre rico se paró y anunció, "Pastor, Voy a contribuir con mil dólares." Entonces luego, un pedazo de yeso cayó del techo y le pegó en el hombro al hombre. Rápidamente él hombre rico se paró de nuevo, gritando: "Pastor, Incrementaré mi donación a 5 mil dólares." Antes de que se pudiera sentar, le cayó otro pedazo de yeso del techo otra vez, y otra vez él realmente gritó, "Pastor, voy a doblar mi segunda promesa." Se sentó, y de nuevo una gran cantidad de yeso cayó sobre su cabeza. Se paró una vez más y exclamó gritando, "Pastor, Le daré 20 mil dólares" De pronto un diácono gritó: "¡Vuélvele a pegar, Señor! ¡Vuélvele a pegar!"
Una madre quería enseñar a su hija una lección y la entregó dos monedas para la ofrenda – una de un peso y la otra de diez pesos. Con eso la madre dijo, "hijita, pon una moneda en la ofrenda y puedes quedarte con la otra." Al salir de la iglesia la madre preguntó, "Hija, ¿cuál de las dos monedas pusiste en la ofrenda?" La hija contestó, "pues yo iba a entregar la de diez pesos, pero poco antes de tomar la ofrenda, el hombre detrás del púlpito dijo que debemos ser dadores alegres. Yo estaba convencida de que pudiera ser mucho más alegre si ofrendara el peso. Así que me quedé con la de diez." "Bits & Pieces", February 4 de Febrero, 1993, Página 23
"Dios juzga lo que ofrendamos por la cantidad con que nos quedamos". – Misionero George Mueller
Charles Spurgeon y su esposa, de acuerdo a una historia en la revista Chaplain (Capellán), estaban dispuestos a vender, y no simplemente dar gratuitamente, los huevos que sacaron de sus gallinas. Aun sus más cercanos familiares escucharon las palabras, "Los pueden tener solamente si pagan por ellos." Como resultado la gente los tenía como gente avara, tacaña. Aceptaron la crítica sin defenderse y solamente después de que murió la Señora Spurgeon, fue revelada la historia completa. Todos los ingresos de la venta de los huevos fueron para el sostenimiento de dos viudas ancianas.
Una
joven filipina quedó viuda con seis niños que sostener.
Vivía con muchas privaciones y afanes: se levantaba a las cuatro de la
mañana todos los días, cocinaba, lavaba, planchaba, preparaba la comida que lo
niños llevaban a la escuela, y a los más pequeños los atendía en todas sus
necesidades. Después se iba a trabajar al campo a fin de ganar suficiente arroz
y maíz para alimentar a su familia. Muchas
veces, mientras los niños dormían por la noche, ella pensaba en la forma que
podría lograr que el dinero alcanzara para pagar la colegiatura de alguno de
sus niños, o para suplir alguna otra necesidad. Un día, el pastor de la iglesia pidió que todos los miembros de ésta diezmaran. Parecía imposible que la viuda pudiera hacerlo; y, sin embargo, ella fue la primera en llevar su ofrenda de ocho dólares, que era más de la mitad de lo había ofrecido el miembro más rico de la iglesia.
Una
vez, en una grande ciudad del sur de los Estados Unidos de la América del
Norte, un pequeño grupo de cristianos organizó una iglesia bautista en un
barrio que estaba creciendo rápidamente, en las orillas de la ciudad.
Al principio tenían los cultos en un salón que había servido de
bodega, por el cual pagaban alquiler; durante el verano los tenían en una
tienda de campaña. Discutieron,
hicieron planes, y trabajaron para reunir dinero con el cual construir el templo
que deseaban. Una persona rica que
vivía en ese barrio, interesada en la cultura general, pero sin pertenecer a
ninguna iglesia, ofreció dar 100,000.00 (cien mil dólares) para la construcción
del templo: con la condición de que a ella se le permitiese hacer los planos y
vigilar la construcción del templo para que se hiciera como ella pensaba que
debía ser construido. La iglesia, cortésmente, rechazó la cuantiosa pero
sospechosa oferta. Esa iglesia,
después de algunos años de orar, contribuir, trabajar y sacrificarse, ha
construido un hermoso templo y lo ha equipado con un moblaje conveniente. Los templos tienen más que ladrillos, mezcla, yeso, ventanas y bancas: tienen lágrimas, corazón y sacrificios de las iglesias que los construyen.
“Más
bienaventurado es dar que ofrendar” (Hechos 20:35). La
queja más común es contra el alto costo de la vida, y muchas personas se valen
de esta excusa para no ofrendar. Pero
el hecho es que cuesta más vivir si no ofrendamos. El gobierno espera que seamos liberales en nuestras ofrendas
para causas nobles, y de esta manera las contribuciones son menores.
No damos para recibir, pero así sucede
en la vida: “Echa tu pan sobre las aguas”. La
historia de Ananías y Safira es un ejemplo del alto costo de no ofrendar.
(Hechos 5:1-12). Ellos
vendieron una posesión y podían haber ofrendado; pero “sustrajeron parte de
su valor” y se pusieron de acuerdo para ser egoístas con sus amigos
necesitados. “Y dijo Pedro: Ananías,
¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses…?” Ananías y
Safira no fueron horados para con Dios. “Al
oír Ananías estas palabras, cayó y expiró.” ¿Cuánto costó a esta pareja
el no ser buenos mayordomos?. 1.
Los privó del gozo de ser amigos liberales. 2.
Los privó de su integridad delante de Dios. 3.
Perdieron el lugar que ocupaban entre sus amigos cristianos. 4.
Les costó su propia vida. Es mucho más barato dar, ¿verdad?
Sus
manos temblaban al poner dentro de mi bolsillo el arrugado billete.
“Es para misiones”, me dijo casi al oído.
Recordé que aquel anciano sólo recibía mensualmente 18,000 dólares
como pensión, y de eso él ya había dado el diezmo. --Lo
siento, pero no puedo tomar este dinero –le dije--, yo sé que usted tiene muy
poco para sus propios gastos. Sus
ojos me miraron con fijeza y con severidad cuando me dijo: --Pastor ¿solo porque soy pobre va usted a negarme el privilegio de dar para una causa que amo tanto?
El donativo que un hombre dio para las misiones nos da un ejemplo hermoso. Roberto Arthington, de Leeds, graduado de la Universidad de Cambridge, vivió en un cuarto pequeño, guisando sus propios alimentos; dio para las misiones 500,000 libras esterlinas con la condición de que toda esta cantidad fuera usada para abrir trabajos misioneros nuevos dentro de los siguientes veinticinco años. Después de su muerte encontraron un pedazo de papel en el que había escrito lo siguiente: “Con todo gusto haría mi cama en el suelo, tendría un cajón en lugar de silla y usaría otra caja como mesa, en lugar de permitir que los hombres murieran por causa de mi negligencia en darles el evangelio”.
Un judío pobre una vez fue al templo sin cordero, ni palomas, ni harina para sacrificar. Se quedó afuera avergonzado, y oyó cantar esta parte del Salmo 51: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios…” Esto es lo que tenía ese judío, y entró. “Bendito seas”, dijo el venerable rabí,” son pocos los que vienen con tal ofrenda”.
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