Temor

 
 

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Lista de ilustraciones sobre el Temor:

  1. La zorra que nunca hab�a visto un le�n

  2. REMEDIO PARA EL TEMOR

  3. LA CONQUISTA DE ALMAS

 

La zorra que nunca hab�a visto un le�n

Hab�a una zorra que nunca hab�a visto un le�n.

La puso el destino un d�a delante de la real fiera. Y como era la primera vez que le ve�a, sinti� un miedo espantoso y se alej� tan r�p�do como pudo.

Al encontrar al le�n por segunda vez, a�n sinti� miedo, pero menos que antes, y lo observ� con calma por un rato.

En fin, al verlo por tercera vez, se envalenton� lo suficiente hasta llegar a acercarse a �l para entablar conversaci�n.

En la medida que vayas conociendo algo, as� le ir�s perdiendo el temor. Pero mant�n siempre la distancia y prudencia adecuada.

F�bula de Esopo

 

REMEDIO PARA EL TEMOR

En el a�o 1735 Juan Wesley viaj� desde Inglaterra a Colonia de Georgia en las Am�ricas.  En medio del Atl�ntico el buque encontr� una tempestad que puso en peligro la vida de los tripulantes y de los pasajeros.  Juan Wesley se encerr� en su cuarto; pero all� pudo o�r el canto de un grupo de moravos que, no teniendo recursos que quedarse en la cubierta y sufrir la furia de la tempestad.  Despu�s el se�or Wesley pregunt� a uno de los moravos c�mo ellos y sus ni�os pod�an cantar en circunstancias tan terribles.  El moravo le contest� con una pregunta: �Se�or Wesley, �conoce usted a Jesucristo? Para el creyente Jes�s echa fuera el temor�.

 

LA CONQUISTA DE ALMAS

Conoc� a un comerciante cristiano que sol�a ser visitado por un corredor que le vend�a, en el mostrador, los art�culos que llevaba.  Este comerciante tuvo cierto d�a este soliloquio: �He tratado con este corredor por espacio de nueve a diez a�os y apenas ha pasado un d�a sin que nos veamos.  El me ha tra�do su mercader�a y yo le he pagado su importe; pero nunca he procurado hacerle alg�n bien.  Este proceder no es correcto.  La providencia lo ha puesto en mi camino y yo debo, por lo menos, preguntarle si es salvo por Cristo�.

Ahora bien, la pr�xima vez que vino ese corredor, el esp�ritu de este buen hermano decay� y no crey� oportuno empezar una conversaci�n religiosa.  El corredor no volvi� m�s: el pr�ximo lote de mercader�as lo llev� su hijo.  --�Qu� pas�! �le dijo el comerciante.

--Pap� ha muerto�le respondi� el muchacho.

Ese comerciante, muy migo m�o, me dijo poco despu�s: �Nunca pude perdonarme a m� mismo.  Ese d�a no pude quedarme en el negocio; sent� que era responsable de la sangre de aquel hombre.  No hab�a pensado en eso antes.  �C�mo puedo librarme de esa culpa cuando pienso que mi necia timidez me cerr� la boca?�.

Querido amigos: No traig�is sobre vosotros tan terrible remordimiento.  Evitadlo desvel�ndoos diariamente por salvar a los hombres de la muerte segunda.