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BURL�NDOSE DEL MORIBUNDO

Cierta vez, cuando yo estaba en la China, entr� en una ciudad, y una gran muchedumbre me cerraba el paso. Mir� para ver lo que acontec�a y vi que estaban apedreando a un hombre; como no pod�a pasar, tuve que presenciar aquella escena. Estaban matando a un hombre arroj�ndole piedras en la cabeza, en el pecho y las piernas, y despedazaban aquel cuerpo arranc�ndole la carne. Mientras mataban a ese hombre mucha gente miraba y las mujeres se re�an.

Esto quebrant� mi coraz�n; yo nunca hab�a visto tal cosa.

Algunos dec�an que el apedreado era un ladr�n; pero ninguno sab�a si era cierto. Y mientras corr�a sangre humana la gente se re�a.

Esto es lo que hicieron al pie de la cruz: cuando el glorioso Pr�ncipe del cielo estaba muriendo, los seres humanos re�an. �Y el mundo ha cambiado? �No! Los hombres, el mundo, est�n burl�ndose y todav�a escupen y escarnecen el sacrificio de Cristo, burl�ndose de su sangre preciosa. Cristo estaba colgado en la cruz y el mundo re�a al pie de ella.

 

ALGUNOS DUDARON

Estando sentado recientemente en una sala p�blica en Birghton, en donde un esc�ptico estaba arengando a los presentes acerca de los absurdos del cristianismo, no pude menos que complacerme viendo la facilidad con que su orgulloso razonamiento se puso en verg�enza. Cit� el escarnecedor estos pasajes: "Yo y mi Padre somos uno"; "yo en ellos y t� en m�"; y agreg�: "hay tres personas en Dios". No encontrando a sus oyentes dispuestos a aplaudir su blasfemia, se volvi� a un caballero y, con una blasfemia, le dijo:

--�Cree Usted semejantes paparruchas?

El caballero respondi�:

--D�game Usted c�mo arde esa vela.

--�Vaya! Pues la estearina, el algod�n y el aire atmosf�rico producen la luz.

--Entonces todos ellos constituyen una luz, �no es as�?

--S�

--�Me dir� Usted c�mo est�n los unos en los otros, y sin embargo no son sino una luz?

--El incr�dulo se qued� en silencio por un momento, y despu�s r�pidamente dijo:

--No, no puedo.

--Pero, �lo cree Usted?

El interpelado no pudo decir que no. los oyentes hicieron en el acto la aplicaci�n ri�ndose de su tonter�a, y luego cambi� la conversaci�n.

Esto debe recordar a los j�venes inexpertos, que si ellos creen s�lo lo que pueden explicar, sus sentidos no les sirven de nada, porque est�n rodeados de las maravillosas obras de Dios cuyos caminos son inescrutables.